(...) Después de dos meses de valorar la elección, el Tribunal Electoral contribuyó a las perplejidades de la patria: declaró Presidente electo a Felipe Calderón y al mismo tiempo consideró que Vicente Fox y el Consejo Coordinador Empresarial influyeron negativamente en la contienda; sin embargo (y esta expresión se repitió 33 veces en boca de los magistrados), dicha injerencia no fue decisiva en el resultado.
Hagamos un ejercicio de buena fe. Más allá de las preferencias de cada quien, es obvio que la justa fue cerradísima. Calderón ganó por un respaldo que equivale a llenar dos veces el Estadio Azteca en un país con más de 100 millones de habitantes.
El Tribunal consideró que la propaganda del Ejecutivo y del CCE afectó a los votantes pero no lo suficiente para definir la disputada elección. ¿Cómo calcularon esto?
Una forma posible de establecer ese criterio hubiera sido juzgar la intención de voto antes de los spots negativos y compararla con la intención de voto posterior. Pero las encuestas, que aparentemente sirven para todo, no sirvieron para eso. El Tribunal se vio ante la resbaladiza necesidad de valorar el ánimo de la población. A partir de eso, no dictó una sentencia sino que pronunció una opinión.
Lo que distingue a un crítico de cine de un jurado del festival de Cannes es que analiza la película sin emitir un fallo. De un magistrado no se espera que haga crítica social sino que contribuya a dictar una sentencia. El Tribunal puso en práctica el muy vago principio del "extrañamiento", esa manera de recordarle al infractor que tiene (o debería tener) una conciencia.
De acuerdo con el diccionario de la Real Academia, "extrañamiento" significa "acción o efecto de extrañar o extrañarse". La jurisprudencia del país de Cantinflas utiliza el recurso para no comprometerse a condenar y no caer en pecado de indiferencia, algo así como decir: "Te portaste mal pero allá tú". En su calidad de sanción, el "extrañamiento" sólo tiene valor subjetivo. Es al "extrañado" al que le corresponde decir "me vale" o ponerse chipil. Ni siquiera se trata, como las tarjetas amarillas del futbol o los retrasos escolares, de algo que pueda acumularse o siente un precedente.
Los magistrados tienen la facultad de allegarse pruebas y saben que eso significa entrar en un berenjenal. López Obrador se vio afectado por los infundios de sus adversarios pero también por sus errores. ¿Cómo calcular, por ejemplo, los votos que perdió por no asistir al primer debate y los que perdió en esos mismos días por los spots que lo declaraban "Un peligro para México"? La situación es extremadamente difícil, hay que reconocerlo con cabeza fría. Pero esto no elimina la sensación de angustia que deja el fallo de los magistrados. Si ellos no están capacitados para sancionar probadas injusticias, ¿quién lo está?
Como las leyes no se aplican a sí mismas, es posible actuar conforme a derecho sin que se imparta justicia. Sin poner en cuestión el trabajo de conjunto del Tribunal, su análisis de la injerencia del Ejecutivo y de la publicidad negativa no produjo otra cosa que opiniones. ¿El Tribunal se vio limitado por su propia voluntad o por no disponer de facultades más claras? Lo cierto es que su calificación del proceso llevó a la extraña situación de tener elementos para criticar pero no para sancionar. En nuestra crispada hora esto sólo incrementa el descontento.
Vayamos ahora a los efectos del "extraña- miento". Ya sabemos que Fox no necesita torneos para sentirse un campeón. En lo que toca al CCE, al día siguiente de oír al Tribunal, publicó un desplegado en el que en modo alguno se da por aludido respecto al papel negativo (aunque no decisivo) que según los jueces desempeñó en la contienda. Una vez más somos testigos de la forma en que las palabras se desentienden de los hechos. Después de calumniar a un candidato legítimo y atentar contra el libre juego democrático, el CCE propone en repentino estado de beatitud: "Queremos vivir en armonía, en un clima de unidad y concordia que ofrezca certidumbre a todos". Si hubiera que buscar un título de nota roja para la situación, diríamos: "El descuartizador pide unidad".
No todos los empresarios de México han incurrido en la doble moral y la falta de autocrítica del CCE. Por desgracia, el insustancial "extrañamiento" y la cínica respuesta de quienes se hacen los desentendidos, daña la imagen de un sector decisivo para el país.
Vivimos una fábula al revés: el lobo le expresa su cariño a las ovejas que no se ha devorado.
Juan Villoro. Publicado el 8 de septiembre de 2006 en Reforma , bajo el título de Extrañamientos.
viernes, septiembre 08, 2006
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