lunes, agosto 14, 2006

"Mariconcito"

El día de hoy tuve uno de esos episodios donde la adrenalina fluye de manera intensa por un periodo muy breve de tiempo. Primero el torrente de sangre llega a la cabeza y después viene la bajada.

Trabajo en Paseo de la Reforma y todos los que viven en el DF o en cualquier parte del país saben que desde el 31 de julio un grupo de simpatizantes de Andrés Manuel López Obrador mantiene un plantón desde la Fuente de Petróleos hasta la Plaza de la Constitución. El corredor turístico Reforma - Centro.

No pienso discutir sobre las múltiples razones y sinrazones del plantón y los variadísimos puntos de vista y opiniones que cualquiera puede tener al respecto pero un hecho innegable es que el mencionado plantón ha trastornado la circulación vehicular de manera importante.

Los conductores manejan rabiosos y están desesperados por avanzar un metro. Avanzan un poco cada vez y cada que pisan el freno se encuentran con una fila interminable de coches frente a ellos. Se quedan pasmados. Se preguntan de dónde salieron tantos coches cuando los han tenido frente a ellos toda la mañana. Avanzan confiados sólo para enterarse que hay un montón de personas atrapadas en su auto, igual que ellos.

Yo vivo cerca de donde trabajo. Un privilegio del que poca gente en esta ciudad, en general, goza. Soy afortundado. Puedo caminar a mi trabajo y en 20 minutos ya estoy donde debo estar. Sin embargo, eso no me libera de la furia de los conductores. Hoy mismo al cruzar la calle un conductor furioso lanzó su vehículo contra las personas que cruzábamos la calle. Volteé para increparlo con la mirada y, la verdad no recuerdo bien, creo que le dije cabrón o algo por el estilo.

Lo vi a los ojos y tras el parabrisas pude ver que vociferaba e insultaba a los que tuvimos la osadía de cruzarnos cuando el semáforo nos permitía el paso. Terminé de cruzar y alcancé la calle. Caminaba ya sin pensar en el incidente. De repente, vi que el vehículo se emparejaba. Creo que era un Sentra de color dorado. El conductor era un hombre joven, calvo, con barba crecida, de piel muy blanca y usaba ropa casual.

Se emparejó y recuerdo que me llamó "mariconcito". Le contesté la agresión explicándole que él manejaba un vehículo y que los que cruzábamos estábamos en una posición desventajosa respecto a él. Amagó con detenerse, me volvió a insultar y antes de irse le grité: "¡Vete al Diablo, Pendejo!" Cuando me di cuenta estaba frente al edificio donde trabajo y mi grito se escuchó al interior del inmueble. Una mujer que había cruzado conmigo se dio cuenta de todo. La mujer subió al elevador conmigo y le pedí que me diculpara. Su gesto fue amable y entre los dos criticamos al conductor mientras íbamos a nuestros respectivos pisos.

Llegué a mi piso, me bajé y ahí fue cuando vino la bajada. De repente y sin motivo aparente me sentí muy triste. Me sentía enojado conmigo mismo, con el agresivo conductor. Me sentí triste por la forma en que nos insultamos, por perder el control. Porque tal vez la mujer que trabaja en el mismo edificio que yo pensó que tenía un vecino de piso irascible e irracional. Sentí pena. No sé por qué pero esas cosas sí me afectan. Lejos de liberarme, como sé que a algunas personas les pasa, los insultos, las peleas me deprimen. Autocontrol, David, autocontrol.

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