martes, octubre 03, 2006

En el hoyo

Hace un par de semanas vi el documental En el hoyo, de Juan Carlos Rulfo. Justo ayer leía que su obra ya ha ganado muchos premios (14) y que ha sido aplaudida en varios festivales alrededor del mundo. El documental, además, fue seleccionado para representar a México en los prestigiados premios Goya, en España. Muchos logros para una obra que parece tan austera cuando uno la ve superficialmente.

El documental, para los que no lo sepan, trata sobre los trabajadores que participaron en la construcción del segundo piso del Periférico, en la Ciudad de México. Los albañiles, pues.

Creo que leí por ahí que Rulfo había comenzado el documental porque él vive cerca del Periférico y que estaba fastidiado de todos los problemas que le representaban los trabajos en el área. Así que decidió salirse con su cámara y filmar a los obreros sin ningún propósito específico. Seguro que en ese momento no pensaba que esas obras tan molestas lo recompensarían de una manera tan generosa.

Decía que la primera imagen que uno tiene del documental es más bien simple pero un segundo análisis revela lo grandioso de la película. Yo, la verdad, no conozco el trabajo del director. Sé que su película más famosa se llama Del olvido al no me acuerdo y creo que trata sobre unos viejitos pero no estoy seguro. No la he visto. Así que no tenía argumentos “cinematográficos” para decidir si quería ver o no el documental. Si me agradaba o no el director.

Cuando leía sobre la película y de lo que trataba me imaginaba que Rulfo era alguien así como Luis Mandoki, el mismo que estuvo filmando a López Obrador durante la campaña y que sacó unos capítulos de su documental ¿Quién es el Sr. López? que se vendían a 35 pesos en los puestos de periódicos. Tenía esa imagen en mi cabeza, la de un oportunista que quería congraciarse con López Obrador y que deseaba pasar por intelectual-de-izquierda-comprometido-con-México-soy-cool-porque-apoyo-al-Peje-y-creen-que-estoy-informado.

Luego también pensé que a lo mejor era un ataque al Peje por las condiciones de inseguridad en las que trabajaban los albañiles o que trataba sobre el dispendio en el segundo piso, con cifras y toda la onda Michael Moore para demostrar que en la Ciudad se desperdicia el dinero en cosas que no sirven más que para que su gobernante tenga notoriedad y que benefician a muy pocos ciudadanos.

Luego leía más información sobre la película y menos entendía de lo que trataba, así que me decidí ir a verla porque me intrigaba demasiado de qué era el documental, cuál era el tema, pues.

Y qué gran sorpresa. Evitando lo obvio, Rulfo se centró en entregar un retrato humanísimo de los albañiles. Sin cursilerías, sin lugares comunes, sin un falso sentimentalismo, los personajes de la película de Rulfo son entrañables. Sus gestos, sus hábitos, sus opiniones, sus sueños, su manera de convivir es tan humana que nunca cae en las complacencias burguesas del que nada más observa sin involucrarse y sonríe beatíficamente.

Todo lo contrario. Los momentos de humor, que son muchísimos a lo largo de la película, hacen que uno se ría abiertamente de cosas muy pero muy cagadas. La mayor parte de la película uno se está riendo de todo lo que retrata el cineasta.

Esto no implica que el documental no tenga sus momentos dramáticos. Los accidentes o el relato de una mujer que trabaja en el lugar y que afirma haber visto a Dios y al Diablo agregan el toque místico y exótico.

Además, claro, de los extraordinarios movimientos de cámara (cuando la cámara parece ir a velocidad normal y todo lo demás va muy rápido) y los encuadres que tiene la película. De esto no sé mucho, alguien que sepa de cine sabrá describirlos mejor, sólo quiero destacar el travelling (creo que se dice así) al final de la película, cuando cierra el documental.

Recomiendo que vean la película aunque no sé si todavía está en los cines. Pongan atención al principio, cuando explica lo de los puentes y eso. Resume lo simple y lo complicado del documental. Y creo, también, de la vida.

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