jueves, marzo 08, 2007

No se contemplan nuevas incorrecciones a este post

Cuando era estudiante universitario recuerdo que tomé una clase que se llamaba Redacción Avanzada. También recuerdo que el profesor era un cubano, joven, delgadito, con una piochita rala, unos lentes que ocultaban unos ojos despiertos y una cabeza perfectamente formada. La definición de su testa era tal que cualquier maestro de anatomía la hubiera juzgado utilísima para explicar a sus alumnos las particularidades de parietales, frontales y del occipital.

Este maestro se llamaba (o se llama, tiene años que no sé nada de él) Osmar y siempre que pienso en él me acuerdo de la forma tan poética que tenía de hablar. La mayor parte de la clase siempre se quedaba a la mitad de lo que decía y en realidad creo que nunca entendían nada de lo que les decía. Recuerdo que el lunes siguiente al Día del Padre del 2000 (esa clase la tomé en verano) hizo una reflexión en voz alta acerca de su situación personal y creo que estaba de verdad profundamente conmovido por un regalo que su hija le había hecho.

Desearía recordar exactamente lo que dijo pero sólo recuerdo que era algo como: este humilde pecador que se le ha concedido ser padre aunque no comprenda muy bien por qué o para qué ni qué es lo que tenga que hacer.

Seguramente Osmar no lo dijo así y hasta se enojaría porque ando diciendo que dijo cosas que no dijo o que las dijo de otra forma. En cualquier caso, el punto es que Osmar tenía esa cualidad y esa sensibilidad para decir las cosas de una manera tan bella, tan sutil y tan poética que era un deleite escucharlo hablar de lo que sea.

Me viene a la memoria un examen en el que había varios párrafos que uno tenía que corregir y que hasta las instrucciones resultaban una especie de verso y al final una nota que tampoco recuerdo exactamente lo que decía pero que aclaraba que en el examen no se contemplaba que el alumno contribuyera con nuevas incorrecciones a los párrafos propuestos. Seguro que en confianza era una persona de esas con un humor filoso y sarcástico.

Recuerdo que sólo una vez tuve oportunidad de hablar con él fuera del salón de clases. Nos encontramos en un pasillo y me preguntó que porqué en las últimas clases casi no había participado. Le dije que sentía que no tenía mucho que aportar a la clase. Me miro y me dijo que considerara mi posición porque él sentía que lo que yo decía enriquecía la clase. Le dije que sí, nos despedimos y nos obsequiamos una sonrisa sincera y amistosa.

También recuerdo una vez que en la clase salió al tema algo de Cuba pero ahí sí no quisiera arriesgarme a escribir algo inexacto.

Hace muchos años que no sé nada de Osmar. Seguro está bien y seguro que en los círculos donde se mueve es apreciado y respetado. Yo tengo un buen recuerdo de él y de todo lo que me enseñó, por lo que me gustaría aclarar a mis lectores (dos) que no es culpa de Osmar que ya todo se me haya olvidado y que parezca que escribo con las patas; si escribo mal es mi absoluta responsabilidad pues él era (es) un excelente profesor.

Me acordé de Osmar porque recientemente escuché a alguien que contribuyó con una nueva incorrección a otra que es ampliamente usada y difundida en conversaciones en todos los niveles y circunstancias socioeconómicas:

“Tienen razón en lo que dicen, pero mas sin embargo, nosotros somos los que tenemos que tomar la decisión”.

En los comentarios a este post, queridos lectores (dos), por favor eviten contribuir con nuevas incorrecciones a todas las que puedan encontrar en los párrafos anteriores.

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