martes, marzo 27, 2007

Aborto, mentiras y obediencia

Aborto, mentiras y obediencia

Miguel Ángel Granados Chapa

Es mentiroso que la despenalización del aborto fomente la cultura contra la vida, por el contrario, la medida busca proteger a las mujeres que toman esa decisión extrema para que lo hagan en condiciones de seguridad

El presidente de la conferencia episcopal mexicana, y obispo de Texcoco, Carlos Aguiar Retes, se permitió asistir en febrero a la inauguración de la sede en México de la Organización Internacional Demócrata Cristiana, encabezada por Manuel Espino, el líder del PAN. Fue un crudo acto de partidarismo político, incompatible con su condición de dirigente religioso. Se comprende, a partir de esa toma de posición, que elogie al presidente Felipe Calderón por haber expresado su opinión en torno del aborto:
"Lo felicité por su postura valiente de plantear sus propias convicciones", dijo. Pero a la Iglesia católica no le parecen dignos de una felicitación semejante, puesto que manifiestan también sus convicciones, los políticos, representantes, gobernantes que piensan de modo diferente al del clero. El Sistema Informativo de la Arquidiócesis de México señaló que la iniciativa de despenalizar el aborto, muestra "el rostro autoritario y fascista del PRD". Y del jefe del Gobierno capitalino, Marcelo Ebrard, que no opinó sobre el tema sino que se refirió simplemente a que la Asamblea Legislativa del Distrito Federal debe actuar en un ambiente libre de presiones, tal sistema episcopal dijo: "Si no es capaz de ser congruente con sus principios, por lo menos debería esperar prudentemente para que la sociedad se exprese".
Si tal prudencia es apreciable, ¿no debería haber hecho lo mismo Calderón: esperar a que la sociedad se exprese? En cambio recibió la felicitación del dirigente episcopal. El contraste de bendiciones y condenas forma parte de la campaña clerical contra la eventual despenalización del aborto, campaña que incluye mentiras gruesas en su equipaje ideológico.
No se puede imputar al PRD ser fascista por impulsar la reforma penal sobre el aborto porque los iniciadores de los proyectos respectivos no forman parte de sus bancadas. Los autores de las iniciativas son los diputados locales Jorge Carlos Díaz Cuervo, de Alternativa Socialdemócrata, y Armando Tonatiuh González, del PRI. Cierto es que, sin contar con la fracción perredista, sus propósitos no podrían prosperar pues las bancadas a las que pertenecen son minúsculas. Pero sería improductivo políticamente satanizar a esas formaciones políticas. Es fructuoso, en cambio, hacerlo con el PRD y oponer su presunta conducta a la del PAN y su más ilustre miembro, el presidente de la República.
Es mentira también que los promotores de la despenalización sean asesinos y partidarios de una cultura de la muerte, de atentados contra la vida. Por lo contrario, uno de los motivos que conducen a eliminar las sanciones contra el aborto es la defensa de la vida. No hay cifras ciertas, por la propia naturaleza del hecho, pero se sabe con claridad que cada año suman cientos de miles las mujeres que se someten a un aborto en la clandestinidad, y muchas de ellas mueren en el empeño. Esas vidas, evidentes y comprobables, pudieron ser salvadas si se hubiera legislado sobre el tema con anterioridad. Ni la Iglesia docente, que es tan cerrada en temas que no entiende porque no los vive, como los relacionados con la sexualidad y la familia, se opone al aborto terapéutico, es decir al que se practica para salvar la vida de la madre. En el conflicto de valores que en esos términos se plantea se elige una de las dos vidas que están en contienda. Sería inconsecuente, e injusto y aun perverso, tachar de asesina a la madre que salva su propia vida, principio elemental de todo humanismo.
Es mentiroso también que haya una campaña contra la familia, orquestada desde quién sabe qué oscuros cenáculos de un nefasto poder internacional. En México y en todo el mundo la legislación sobre el aborto ha evolucionado conforme se modifican las condiciones de la vida social, que están en cambio constante. La sociedad tiene su propia dinámica y en función de ella instituciones y conductas son mudables. La situación jurídica de la mujer, por ejemplo, disminuida al extremo de que no podía contraer obligaciones legales sin autorización del marido, ha evolucionado no a causa de las decisiones de una mente diabólica que pretende expulsarla de la santidad del hogar para lanzarla a los peligros del mundo, el demonio y la carne. El crecimiento de la conciencia universal sobre la igualdad del hombre y la mujer es el origen de su emancipación. Algo semejante ocurre con las decisiones sobre su propio ser, su alma y su cuerpo. No hay ya defensores, ni siquiera entre el clero más obcecado, de los matrimonios arreglados, es decir aquellos donde la voluntad de las partes no interviene. Si una mujer tiene derecho a resolver con quién compartir la vida, una consecuencia directa de su ejercicio es el surgimiento de otro derecho, el de decidir libre, informada y responsablemente sobre el número de sus hijos y la ocasión de concebirlos y parirlos. Y esa verdad no es de ahora, fruto de las maquinaciones diabólicas del PRD, sino de la evolución de la cultura occidental, que se halla inserta como garantía de las personas en la Constitución mexicana (artículo 4o.) desde hace cerca de un cuarto de siglo.
El aborto es una indeseable práctica presente en el mundo desde siempre. Nadie se proclama partidario de realizarlo porque es una desgracia, un desgarramiento (no necesariamente en sentido material). Ninguna mujer se somete a él por gusto, por disfrutar sus delicias. Si es posible escoger entre prevenir un embarazo y abortar, la elección no ofrece dificultad alguna. El problema aparece cuando el embarazo es una realidad y aparece una necesidad y una posibilidad de interrumpirlo. No es sensato ni justo que a quien padece tal interrupción se le fuerce a hacerlo al margen de la ley y enfrente el riesgo alternativo de morir o ir prisionera. Como frente a muchos temas morales, durante largo tiempo se prefería la simulación a la abierta exposición de los términos del problema. Muchachas pudientes salvaban su honra al paso que perdían la vida quienes no contaban con medios para ocultar lo que la insidiosa moral pública consideraba un deshonor.
La sola palabra era vitanda. Hace apenas 40 años no era de buena crianza hablar del aborto. En el Excélsior de aquellos años, suma de la moralidad social promedio, estaba prohibido utilizar el vocablo. No se imprimió nunca allí un libro de estilo, pero por tradición oral se sabía que era impropio utilizar la palabra. En vez de aborto había que escribir: interrupción prematura del embarazo. Y cuando se informaba sobre la actividad de médicos y comadronas sorprendidos en su práctica se utilizaba el vulgar eufemismo de llamarlos espantacigüeñas. Digamos, de paso, que la despenalización del aborto que ahora está en cuestión se basa en el derecho de la mujer para decidir su destino, pero no debe amparar a los varones irresponsables que exponen a la mujer que han preñado a abortar sin su voluntad ni a quien por razones de esa índole siguieran practicándolo en la clandestinidad.
Lo que propone la reforma que está por iniciarse en el Distrito Federal (y que carece de sentido en el ámbito federal, como se ha propuesto en el Senado, porque el delito al que se refiere es típicamente del fuero común) es modificar el patrón de causalidad que hasta ahora ha despenalizado al aborto. La modificación no incluye nuevas circunstancias excluyentes de responsabilidad sino que privilegia la libertad de las mujeres para que puedan interrumpir su preñez durante las primeras 14 semanas, lapso establecido en función de la evidencia científica respecto de la iniciación de la vida humana. Pero es ya antigua la decisión legislativa de no castigar el aborto cuando no es atribuible al dolo sino a la culpa y cuando está en riesgo la vida de la madre. Más recientemente, y hasta en 13 códigos penales se ha eliminado la sanción en el caso de que se adviertan malformaciones del niño (o feto o producto), cuando la salud de la madre puede ser afectada, o cuando el embarazo es resultado de una violación o de inseminación artificial no consentida. En Yucatán se autoriza el aborto a mujeres cuya posición socioeconómica haga imposible sustentar a un nuevo hijo, si tienen ya tres.
Mentira que la despenalización otorgue licencia para matar. Así lo sabe la sociedad. Una encuesta de Reforma encontró que 59 por ciento de la población capitalina apoya la eliminación del castigo.

Derecho al pecado


Derecho al pecado
Carlos Elizondo Mayer - Serra

La opinión ciudadana en relación al aborto es paradójica. Mientras que el 66 por ciento de la población cree que el aborto es un pecado grave, el 60 por ciento cree que toda mujer debe tener derecho a poder hacerse un aborto con atención médica adecuada. Esto se desprende de una encuesta de BGC. En otras palabras, una importante proporción del electorado, que cree en lo correcto de ambas posturas, defiende el derecho al pecado.
Pareciera que en México tenemos un concepto del pecado laxo, más propio del catolicismo que permite resolver la comisión de un pecado a través de la confesión, que de las religiones protestantes donde el pecado grave te lleva al infierno sin que haya salidas de emergencia fáciles. Esa laxitud relativa ayuda a entender el que, siendo mayoritariamente católicos, seamos tan propensos a violar todo tipo de ley, aun en contra de los principios básicos del catolicismo.
Pero la contradicción entre los principios civiles y los religiosos es común en una sociedad en proceso de modernización, independientemente de qué religión se trate, dado que coexisten diversas visiones del mundo. También da cuenta de lo complicado que son, desde el punto de vista político, el aborto y otros temas similares, donde entran en contradicción valores religiosos con valores seculares.
Paradójicamente, el régimen revolucionario y anticlerical del PRI nunca le entró a estos complejos temas. Tuvo que llegar un secretario de Salud de un gobierno del PAN para permitir dentro del cuadro básico la llamada píldora del día después, la cual existe en otros países desde hace décadas.
Esta tardía introducción al debate político de temas vetados por la Iglesia Católica no es sólo resultado de las contradicciones permanentes del PRI durante sus gobiernos, sino también de la adopción por la sociedad de valores más liberales durante la última década, producto probablemente de la mayor apertura económica y política. En 1995 sólo el 44 por ciento de la población estaba de acuerdo, o parcialmente de acuerdo, con el uso del preservativo, ahora es el 94 por ciento. En 1995 sólo el 46 por ciento estaba de acuerdo, o en parte de acuerdo, con difundir programas masivos de educación sexual a partir de los 12 años de edad y 41 por ciento en el uso de métodos anticonceptivos no naturales, contra el 78 y 75 por ciento, respectivamente, ahora.
El aborto puede ser el gran divisor de la política aun en sociedades más modernas. Así lo es en Estados Unidos donde ser pro vida o pro libertad de decidir, marca para siempre la carrera de un político.
En México, sin embargo, el debate tiene un trasfondo distinto. Se trata de una suerte de debate ficción. Estamos discutiendo la legalización de un hecho que se da todos los días con altos costos de salud y hasta de vida de cientos de miles de mujeres, sin que este hecho parezca alarmar a quienes se oponen a la legalización.
Lo anterior probablemente explica que no haya mucha disposición a movilizarse para oponerse a una reforma que lo legalice. No es trivial que el 65 por ciento de los capitalinos están en contra de la movilización que condena la despenalización, y el 72 por ciento que la Iglesia se pronuncie en contra de esta propuesta de reforma legal.
No es previsible por ello que la legalización del aborto sea tan divisiva como en Estados Unidos. En ese país el pleito es por un hecho: el que haya o no abortos. No por una ilusión, la legalidad o no del mismo. Por ello la batalla se da hasta en las clínicas donde se practican abortos legales, donde los más fundamentalistas buscan evitarlos, llegando a agredir y hasta matar a médicos que ahí laboran. En México la legalidad no va a llevar a que haya abortos, ni siquiera es previsible que aumenten de forma importante, lo que sí es previsible es que disminuyan las muertes de madres y el daño a su futura reproducción.
Qué tan divisivo resulte el tema dependerá también de si se queda a nivel local o se lleva al federal como lo están buscando ya algunos legisladores. En el primer caso, la polarización será menor dado que en la Ciudad de México hay un elector claramente más liberal, el 48 por ciento cree que es pecado grave y 77 por ciento que es un derecho que debe tener toda mujer, aunque aún en el Distrito Federal se concibe como un derecho limitado. Sólo el 31 por ciento está de acuerdo, o parcialmente de acuerdo, en el aborto cuando no está en los planes de la mujer tener hijos y 46 cuando falló el método anticonceptivo y la madre es de escasos recursos. La ley que se discute en la Asamblea Legislativa va más allá de estas preferencias.
Si el tema del aborto se eleva al ámbito federal, puede terminar por contaminar el resto de la agenda legislativa. Esto es un atractivo fuerte para el PRD y para ciertos sectores del PRI. Tampoco al PAN le va a ser fácil evitar entrarle a ese pleito, tan caro a ciertos sectores del partido, más allá de la política de la Ciudad de México. Entendiendo lo sensible que puede ser este tema para muchos, sería un pecado usarlo como pretexto para paralizar nuestro de por sí empantanado Congreso de la Unión.

lunes, marzo 26, 2007

Anger Management

Últimamente he estado considerando tomar clases de yoga. No asistiría diario sino una vez a la semana. Además de servirme para tener mejor forma para la carrera, creo que me ayudaría a controlar mis estados de ánimo. La verdad es que esta semana he estado un poco irritable. Supongo que estoy nervioso o ansioso por algo. We all know what I´m talking about.

Creo que el yoga me ayudaría para relajarme y no estar tan acelerado. Trato de controlarme y no explotar. He encontrado que es útil lo de calmarse, no decir nada y contar hasta 10.

10, 9, 8, 7, 6, 5, 4, 3, 2, 1

Después ya más tranquilo, pensar y decidir. No lanzarse a la primera sin haber pensado de manera calmada en qué es lo mejor y qué es lo que quiero decir.

Debe haber alguna manera. La verdad es que me preocupa que esto se vuelva permanente. Espero que no porque no me gusta ser así. Encuentro a las personas que se irritan fácilmente muy desagradables.

Esta semana es muy importante y quiero y necesito estar calmado. El ejercicio es muy bueno para canalizar toda esa energía. Hasta he considerado una terapia de manejo de la ira o algo así. Lo importante es tener la voluntad de cambiar esos aspectos de nuestra personalidad que nos desagradan porque, en el fondo, sabemos que no somos así.

Yo no soy así. No me gusta ser así y esto es sólo pasajero. En unos días, cuando todo haya pasado, mi carácter mejorará y estaré tranquilo. Estoy seguro.

En cualquier caso, siempre estará el yoga. Además dicen que tiene otros muchos beneficios asociados, como mejorar la forma de la carrera, lo que me ayudará a evitar lesionesy estar más fuerte. Comenzaré a cotizar algunas opciones cerca de mi casa.

jueves, marzo 08, 2007

No se contemplan nuevas incorrecciones a este post

Cuando era estudiante universitario recuerdo que tomé una clase que se llamaba Redacción Avanzada. También recuerdo que el profesor era un cubano, joven, delgadito, con una piochita rala, unos lentes que ocultaban unos ojos despiertos y una cabeza perfectamente formada. La definición de su testa era tal que cualquier maestro de anatomía la hubiera juzgado utilísima para explicar a sus alumnos las particularidades de parietales, frontales y del occipital.

Este maestro se llamaba (o se llama, tiene años que no sé nada de él) Osmar y siempre que pienso en él me acuerdo de la forma tan poética que tenía de hablar. La mayor parte de la clase siempre se quedaba a la mitad de lo que decía y en realidad creo que nunca entendían nada de lo que les decía. Recuerdo que el lunes siguiente al Día del Padre del 2000 (esa clase la tomé en verano) hizo una reflexión en voz alta acerca de su situación personal y creo que estaba de verdad profundamente conmovido por un regalo que su hija le había hecho.

Desearía recordar exactamente lo que dijo pero sólo recuerdo que era algo como: este humilde pecador que se le ha concedido ser padre aunque no comprenda muy bien por qué o para qué ni qué es lo que tenga que hacer.

Seguramente Osmar no lo dijo así y hasta se enojaría porque ando diciendo que dijo cosas que no dijo o que las dijo de otra forma. En cualquier caso, el punto es que Osmar tenía esa cualidad y esa sensibilidad para decir las cosas de una manera tan bella, tan sutil y tan poética que era un deleite escucharlo hablar de lo que sea.

Me viene a la memoria un examen en el que había varios párrafos que uno tenía que corregir y que hasta las instrucciones resultaban una especie de verso y al final una nota que tampoco recuerdo exactamente lo que decía pero que aclaraba que en el examen no se contemplaba que el alumno contribuyera con nuevas incorrecciones a los párrafos propuestos. Seguro que en confianza era una persona de esas con un humor filoso y sarcástico.

Recuerdo que sólo una vez tuve oportunidad de hablar con él fuera del salón de clases. Nos encontramos en un pasillo y me preguntó que porqué en las últimas clases casi no había participado. Le dije que sentía que no tenía mucho que aportar a la clase. Me miro y me dijo que considerara mi posición porque él sentía que lo que yo decía enriquecía la clase. Le dije que sí, nos despedimos y nos obsequiamos una sonrisa sincera y amistosa.

También recuerdo una vez que en la clase salió al tema algo de Cuba pero ahí sí no quisiera arriesgarme a escribir algo inexacto.

Hace muchos años que no sé nada de Osmar. Seguro está bien y seguro que en los círculos donde se mueve es apreciado y respetado. Yo tengo un buen recuerdo de él y de todo lo que me enseñó, por lo que me gustaría aclarar a mis lectores (dos) que no es culpa de Osmar que ya todo se me haya olvidado y que parezca que escribo con las patas; si escribo mal es mi absoluta responsabilidad pues él era (es) un excelente profesor.

Me acordé de Osmar porque recientemente escuché a alguien que contribuyó con una nueva incorrección a otra que es ampliamente usada y difundida en conversaciones en todos los niveles y circunstancias socioeconómicas:

“Tienen razón en lo que dicen, pero mas sin embargo, nosotros somos los que tenemos que tomar la decisión”.

En los comentarios a este post, queridos lectores (dos), por favor eviten contribuir con nuevas incorrecciones a todas las que puedan encontrar en los párrafos anteriores.