miércoles, enero 24, 2007

Una lágrima hace la diferencia


Una lágrima hace la diferencia


Kapuscinski estuvo en marzo de 2001 en la redacción de REFORMA para encontrarse con periodistas y directivos.


Roberto Zamarripa

Ciudad de México (24 enero 2007).- A todos los corrieron del Tenampa. Peruanos, venezolanos, colombianos, mexicanos y a un anciano que no tenía nacionalidad, aunque su pasaporte dijera que era polaco y su pueblo natal, ya a esas alturas del siglo 21, fuera una comunidad bielorrusa.


Ese viejo que caminaba aprisa, ligeramente encorvado, que por su equipaje era más africano o latinoamericano que europeo, era el periodista Ryszard Kapuscinski.


Aquella madrugada del 10 de marzo de 2001, en el festejo involuntario de su 69 cumpleaños, salió del Tenampa como un muchacho de 20, con una decena de tequilas que le supieron a limonada, con la curiosidad en la piel, sumergido en la Plaza Garibaldi repleta ya de teporochos, cantantes de todo, repartidores de toques eléctricos, vendedores de sorbos de ron o de tequila en vasos de plástico. Dejó atrás a los jóvenes periodistas latinoamericanos que no le aguantaron el paso.


Kapuscinski partió plaza en Garibaldi empapado de las luces y sonidos del lugar, las emociones y los olores. No preguntaba como turista o se extraviaba como principiante. De traje oscuro y sin corbata, con los pocos cabellos blancos en desorden y los ojos de escrutinio, devoró Garibaldi sin hablar. Iba con los ojos y, sobre todo, con los oídos abiertos.


Cronista de una veintena de revoluciones, golpes de Estado, insurrecciones y derrumbes de murallas autoritarias, periodista de fax en tiempos de internet, que no usaba grabadora sino sólo el oído, la libreta, la pluma y la memoria para entrevistar, que no andaba con celular, Kapuscinski remató en el Tenampa tras un encuentro organizado por la Universidad Iberoamericana y la FNPI, que duró tres días y tres tardes.


A ese encuentro, realizado en una casona de la colonia San José Insurgentes, acudió Gabriel García Márquez, quien dejó correr la historia, sentado a la derecha del periodista.


Kapuscinski, con impecable español, habló de la ética del periodismo, de las claves para la recopilación de información y las descripciones, del apego a la realidad.


Al comentar que al contar la tristeza de un personaje no podría aseverarse que lloraba si no había una lágrima en su rostro, García Márquez, el literato, interrumpió con sorna: "¿Qué más te da una lagrimita, hombre?".


Sonriente, cándido, Kapuscinski desaprobó. Sus fronteras no estaban en el estilo, en el género, en el modo de escribir. La raya estaba trazada por el respeto al prójimo, a su realidad, a su circunstancia. Una lágrima era el detalle que distinguía el periodismo de la ficción.


El periodismo, con Kapuscinski, se hizo literatura por ese apego y gracias a ello, a la veracidad, pudo construir las piezas que envidiaría un Premio Nobel de Literatura. Lo suyo es periodismo. Puro periodismo.


*** "Antes —publicó en Lapidarium IV—, el periodismo era una carrera soñada, incluso deseada con auténtica ansia, una especie de misión de gran relevancia y distinción. Ahora, por el contrario. Muchos de estos nuevos adeptos tratan su trabajo en los medios sólo como una ocupación temporal, hallada por casualidad, y no como base de un ambicioso plan para el futuro. Hoy son periodistas, mañana trabajan en una agencia de publicidad y pasado mañana finalmente se convierten en corredores de bolsa".


El periodismo entendido como modo de vida, como asunto de piel, como pasión y como sacrificio. El periodismo no tiene sentido sin escuchar a los otros. La vida del periodista depende de lo que hagan otras personas; nunca las sustituye ni puede fabricar una realidad para consumar su noticia.


Kapuscinski estuvo también aquel marzo de 2001 en la redacción de REFORMA para encontrarse con periodistas y directivos. Concertada la plática para 40 minutos, puso condiciones: terminamos hasta que responda la última pregunta.


Advirtió de los riesgos para el periodismo en los albores del nuevo siglo."Ahora se cree que el intercambio acelerado de noticias puede sustituir el peso o la importancia de las mismas. Eso es peligroso. No sabemos más porque las noticias corran con mayor velocidad".


"El otro peligro, el nuevo mito o la utopía del siglo 21, es pensar que basta instalar internet en algún pueblo para que se resuelvan sus problemas de pobreza, ignorancia, enfermedades, tragedias humanas", decía.


*** Una lágrima explicaba en México el rigor del periodista. Una lágrima une ahora al periodismo con Ryszard Kapuscinski.


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