jueves, diciembre 07, 2006

La vida es un huauzontle

Como lo oyen. Si algo nos ayuda a sobrellevar los aciagos tiempos de la Navidad es un buen platillo nacido del mejor amor. Tal es el caso del megahuauzontle, el hiperhuauzontle que la fortuna y una hermosa mujer me obsequiaron este martes a la hora de la comida.
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Ahí tienen que su Charro Negro llegó muy abrumado de tráfico y de "felicidad navideña" al remoto paraje llamado "Monitor" que es desde donde co-conduzco un (mi(nuestro)su) noticiero de una a tres pm (no es un gesto publicitario, es un acto de caridad, avisarles que estamos en las rústicas y proletarias frecuencias de 1560 y 1320 de AM). Había, como siempre, abundantes noticias de conflictos viales y de las consabidas burradas que emite Fernández Noroña; pero de todas, la mejor noticia llegó desde la cocina del pequeño y siempre limpio lugar donde comemos los que ahí trabajamos. La cocinera que vive conmigo una intensísima y bien correspondida pasión amorosa, había preparado huauzontles. ¿Los han tomado así ligeramente capeaditos, con quesito intercalado y su salsita de jitomate?. En cuanto el paladar entra en contacto con este platillo, resuena un himno glorioso, llueven pétalos de rosa, hay fuegos artificiales que iluminan la bóveda palatina y Dios desciende sobre todas las cosas. Todo eso pasa con un buen huauzontle; pero si, además, está preparado con el mismo e inteligente amor que emplea un trovador para urdir un verso que seduzca a su amor, entonces sólo queda rendirse y dar las gracias por otorgarme en estos tiempos de ruido y furia una dádiva tan luminosa y exquisita.
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No se crea que estoy contando historias que sólo me pasan a mí. No es esa mi intención. Lo que quiero, lectora lector querido, es que la gracia no te pase inadvertida. No quiero que llegues a tus noches pensando que no te ha pasado nada en otro monótono día, o que te han pasado puras cosas malas. Si pasa un ángel y te acaricia levemente con su luz, no creo que haya nada más terrible que no darte por enterado. A mí y creo que a ti me conmueve enormemente pensar que una mujer dedicó su tiempo, su paciencia, su sabiduría y su destreza, a preparar, con magias alquímicas y aplicando las proporciones exactas, un platillo que te brindará un rato de felicidad. Piénsalo, imagina que en este momento hay alguien que está haciendo algo por tu dicha de hoy, agradécelo y sonríe. Comienza el día. Vamos a vivir. Hagámoslo contentos. Digamos con seriedad científica: la vida es un huauzontle.
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Por Germán Dehesa. Publicado el 7 de dicembre en Reforma.

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